domingo, 24 de julio de 2011

Crítica de la representación en Munich de L'Enfant et les sortilèges.

No tenía intención de hacer esto, pero en referencia los comentarios un tanto despectivos que hice en la última entrada  sobre el tratamiento de la ópera en Sevilla creo que es justo hablar de lo que me encontré en la ópera de Munich, porque no es oro todo lo que reluce.

He de decir que no me llevé una buena sensación el viernes en la ópera, en particular con la ópera de Ravel. Se dieron varias circunstancias un tanto incomprensibles y ambiguas que no sé si achacar a experimentos de un director de escena deseoso de mostrar ocurrencias propias a costa de la música de Ravel o es que directamente no se tomaron en serio esta obra. Para empezar, los cantantes, muy buenos según mi compañera (mucho más entendida que yo en ese campo), iban por su lado y la orquesta por el suyo, lo cual posiblemente denotara falta de ensayos, para mí la sensación que desprendía todo era que se lo habían tomado como un bolo. Por cierto, muy buena la sección de metales pesados, trombones y tuba, además de las trompas, para mi gusto lo mejor de la orquesta. Procedo a explicar en qué consistían las circunstancias un tanto ambiguas de la puesta en escena mencionadas antes:
Justo antes de empezar la ópera, la cantante que hacía de niño estaba sobre el escenario hablando con gente y dando muestras de nerviosismo, la silla tapizada tras acabar de cantar se marchó enfadada con el que hacía de sofá, la cantante que hacía de Fuego se desmayó tras cantar su parte y fue recogida en volandas por dos utilleros que andaban por ahí libremente, el escenario era recorrido por cámaras que grababan la representación y que en algunos momentos llamaban la atención de algún cantante en medio de la actuación para que mirara hacia algún sitio en particular. Esto último supongo que ocurrirá siempre que se grabe una representación operística, pero el caso es que la obra perdía toda la magia que pudiera tener. Ante el hecho de que no es ni normal ni necesario que un cantante muestre su nerviosismo al público, y la falta de profesionalidad que mostraban las cosas antes citadas... solo se me ocurre que todo esto se debiera a una ocurrencia poco afortunada del director de escena o el que fuera, que no tenía otra cosa mejor que hacer que usar una obra de Ravel con libreto de Colette para jugar con el público a un juego intrascendente y absolutamente inútil que arruinaba completamente la representación y le quitaba la magia de mala manera a la ópera, es decir, distraía completamente al espectador- oyente, haciéndolo incapaz de centrarse en lo verdaderamente importante de esta ópera, que como en cualquier otra es la conjunción de música, palabra y acción, sin necesidad de añadidos externos innecesarios que no estén motivados por la música y el libreto.
Esta crítica que acabo de hacer (bastante negativa), se podría transferir desde mi punto de vista a cualquier representación operística en la que el respeto a la música y al libreto se ha sacrificado a costa de una modernización o un experimento teatral ajeno al espíritu de la música o la acción. Y ¿qué sería algo ajeno a ese espíritu? para mí sería cualquier cosa que estorbara o distrajera la atención del espectador- oyente de lo importante, impidiendo que se introdujera en la ópera, se identificara con los personajes (si eso es necesario), haciendo que esté más pendiente de detalles estúpidos que de la música y lo que ocurre en el escenario. Creo que lo he explicado claro. 

Respecto a Der Zwerg de Zemlinsky: me gustó mucho esta obra, si bien en este caso el idioma (los subtítulos estaban en alemán también) fue un obstáculo para comprender lo que sucedía en el escenario, y eso creo que es esencial a la hora de ver una ópera. La interpretación de la orquesta y me atrevería a decir también que de los cantantes, fue mucho mejor en general que en la ópera de Ravel, a mí me dio la sensación de que esta obra había sido más trabajada que la anterior, lo cual es una lástima porque la orquestación raveliana tan interesante y pensada como está no se merece ser tratada con descuido sino que se busque sacar a la luz todos los detalles que le dan a este compositor su justa fama como orquestador. Esto no quiere decir que la orquestación de Zemlinsky fuera peor, sino simplemente que no le hicieron justicia a Ravel. En el caso de la escenografía de Der Zwerg, también había algunos elementos perturbadores, que para uno que no sabe ni papa de alemán no ayudaban a la comprensión de la acción (no me refiero solamente a los coches que había en escena). Yo no tengo estudios de escenografía, pero los que se dediquen a ello... si deberían tener estudios de música. A mí la música de Zemlinsky no me inspiraba esos dos descapotables dignos de Grease en el escenario ni otras muchas cosas. Sin embargo, no opino lo mismo de la iluminación, que tanto desde el punto de vista de la dirección de los focos y los colores, si ayudaba a crear un ambiente más acorde con la música, complementándola, que es de lo que se debería tratar siempre.

En resumen, y en referencia especialmente a L'Enfant et les sortilèges, las orquestas europeas también hacen bolos, no vayamos a mitificarlas porque si.

4 comentarios:

  1. Interesante crítica. En cuanto a lo de ver ópera en Sevilla,con los precios tan "asequibles" me tendré que agarrar al miniabono que suele hacer la universidad en el que suelen incluir una. A ver si toca la Valquiria, aunque me imagino que tú irías más por la de Puccini.

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  2. Por supuesto, Puccini forever. Ahora mismo no recuerdo qué ópera ponen ni cuando, pero voy a estar pendiente desde ya, porque no me la pienso perder. Respecto a la crítica esta, lo malo que tiene es que si no has ido a ver la ópera, no sirve de mucho. Por cierto, el director de la orquesta era Kent Nagano, que no era Fulanito ni mucho menos, casi nada. Y tuve el placer de gritar un "RABOOO" en el teatro de Munich, que no todo el mundo hace eso.

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  3. Claro que hacen bolos, pero es que, lo siento, pero un BOLO cutre de este tipo, tocado por orquestas de estudiantes (conozco casos en salzburgo) que se juntan pa tocar para viejas empolvadas, suena mejor y lleva mejor repertorio que un concierto de abono del maestranza (o derivados). Imagínate ya cuando viene la Filarm. de Berlín al Festpiel, pero pa eso hay que dejarse el PIB de un país de áfrica central pa verlo desdel gallinero.

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  4. La leche, que exagerado... jejeje. Tú sabes, es que al ser Kent Nagano y estar en Alemania yo me esperaba otra cosa mucho mejor y la verdad es que allí no me encontré nada muy distinto a lo que he visto en Sevilla, en donde también estuve en conciertos del Maestranza que me parecieron bolos (como uno con el Concierto para la mano izquierda, de Ravel). Lo de los conciertos de estudiantes no me extraña en absoluto, solo hay que ver los medios de los que disponen allí y los que nos dan aquí, que parece que encima les debemos la vida a los políticos por permitirnos perder el tiempo y hacerles perder el dinero con algo tan estúpido como la música.
    Por lo demás, me costó barata la entrada, pero no estábamos en un sitio demasiado bueno para ver la representación. Creo también que la Sinfónica de Munich, o por lo menos la orquesta que escuchamos allí, tampoco es de las mejores orquestas que se pueden escuchar en Alemania.

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